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Siempre van juntos…mamá-bebé

Cuando estaba esperando a Crista en el 2011, una amiga me sugirió asistir a los grupos de apoyo de Liga de la Leche. Como nutricionista conocía de algunos beneficios de la lactancia materna, pero ni en mis sueños imaginé encontrar el tesoro que descubrí en el mundo de la Liga de la Leche. Ese mundo que te enamora, te inyecta pasión desbordante y potencia la madre que deseas ser. Me volví fan de varios libros de la biblioteca. Me siento agradecida con la sabiduría de líderes maravillosas, que han dejado huellas hermosas en los inicios de mi maternidad.

Disfruté mucho mis dos embarazos y con una espera e ilusión indescriptibles. En mi primer embarazo, antes de que naciera mi bebé, me sentía una madre empoderada, con plan de parto escrito y pediatra elegido. En mi postparto inmediato, decidieron darme medicamentos para que “descansara”, los cuales me drogaron y los pasé literalmente en blanco. Éstas fueron razones suficientes para los médicos y enfermeras separarnos unas cinco horas de mi Crista, en los cuales permaneció en una incubadora y período durante el cual también decidieron darle fórmula. La medicación, la separación, la incubadora y la fórmula no las anticipé y aún recuerdo con enojo estas prácticas realmente innecesarias. Cuando finalmente tuve a mi Crista en brazos lloré de la emoción al sostenerla y la amamanté de inmediato. El momento en que sostienes a tu bebé por primera vez contra tu piel es uno de los momentos más bellos de mi vida. Es una mezcla miedo, amor desbordante, ternura, y gratitud inmensos. La dificultad que tuve durante los primeros tres meses fue dolor en los pezones al amamantar. El dolor se lo atribuyo a que mi cuerpo se debía acostumbrar al hecho que tenía una bebé altamente demandante al pecho y a la falta que me hacía mi esposo, pues se encontraba estudiando una maestría en el extranjero. A pesar de contar con el apoyo de Liga y de mis padres, la ausencia física de mi esposo fue muy difícil. Disfrutamos de la lactancia con mi Crista hasta aproximadamente los seis años. Hubo momentos de desesperación, de cansancio extremo, de querer tirar la toalla… atesoro cada momento vivido con intensidad, especialmente cada siesta dormida en mis brazos, cada noche a su lado y la bella relación que forjamos en el transcurso de esos años. A su lado he aprendido el valor de ser mamá y todo lo que conlleva.


Aún le di las últimas tomas al inicio del embarazo de mi segunda hija.


Cuando Crista dejó el pecho fuimos juntas a un parque e hicimos un colash de fotos de nuestra lactancia para celebrar juntas y enseñarle la nueva etapa que su hermanita viviría.


En el 2018 nace mi segunda hija, Tania. Esta vez, elegí una pediatra diferente y logramos lactancia materna en la primera hora de vida, sin medicamentos sedantes y sin separación. Fue una experiencia mágica bellísima. Volví a experimentar dolor en los pezones y al cabo de un par de meses, desapareció. Mi convicción y mi deseo de amamantar fueron los motores para continuar. Recibí el apoyo amoroso de una líder en esta dificultad. Seguimos disfrutando la lactancia con mi Tania a sus 2 años 10 meses. Me encanta observar la seguridad y consuelo que puedo brindarle con mi cuerpo. Deseo guardar en mi corazón cada momento vivido, cansado, alegre, tierno. Disfruto ver cómo mis dos hijas han crecido con la idea de que, junto a la muñeca, va la mamá de la muñeca, junto al delfín de peluche, va su bebé delfín. Siempre van juntos…mamá-bebé.


Mónica Tornöe Rosales


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