Atrás quedaron los días difíciles en los que mi primogénito y yo luchamos juntos para alcanzar la lactancia, mi mayor reto y al mismo tiempo mi mayor logro. Ahora decidimos darle un hermanito a mi amado hijo. Cuántas expectativas e interrogantes con la llegada de un nuevo miembro a la familia, ¿volveremos a tener dificultades? ¿Tendremos una lactancia exitosa? Muchas veces las preguntas van más allá de la lactancia ¿lograré querer a mi segundo hijo? ¿Lograremos ser felices? Aunque parezca difícil de creer son preguntas que nos hacemos.
Llega el esperado día de volver a tener en nuestros brazos a un nuevo ser, un pequeño ser que no nos enseña a ser madres. Muchas de las emociones que experimentamos, ya las hemos sentido antes quizá de una forma más intensa que nos hace dudar si tendremos la capacidad de amar de la misma forma como a nuestro primer hijo. Una parte de nosotras sabe perfectamente que nada volverá a ser como antes pero otra parte quiere detener el tiempo y aferrarse a la vida que teníamos.
Cuando nace nuestro segundo hijo, finaliza una etapa de nuestras vidas, una etapa única en la que nacimos como madres. Dejar esa etapa atrás puede venir acompañada de una gran nostalgia, miedo al futuro y muchos cambios. Nos damos cuenta que muchos de estos son positivos, otros son difíciles de entender como experimentar emociones que nunca pensamos tener, como la envidia al ver que los abrazos de nuestro hijo grande que antes eran solo nuestros ahora los compartimos con papá.
La lactancia muchas veces inicia sin dificultades, en otras ocasiones pueden surgir problemas que no esperábamos pero en esta ocasión probablemente serán más fáciles de superar porque sabemos que lo hemos solucionado antes. Nos damos cuenta que no todo lo que funcionaba con nuestro hijo grande funciona con el segundo, y posiblemente funciona lo contrario. Entender estas diferencias al inicio nos sorprende pero con el pasar de los días aprendemos la belleza de la diversidad y nuestra capacidad de adaptarnos y seguir adelante.
Atender a dos hijos requiere práctica. Pasaremos días difíciles en los que no será fácil encontrar las respuestas y en ese proceso algunas hemos encontrado que el portear a nuestro recién nacido nos ayuda con la dinámica familiar ya que podemos tener nuestras manos libres para atender y seguir abrazando a nuestro hijo grande. A medida que crecen y vemos como nuestros hijos se acompañan, juegan, se aman, entendemos que tomamos la decisión correcta en darle el mayor regalo a nuestro hijo grande, un compañero de vida.
Comprobaremos que si es posible amar con la misma intensidad a nuestros hijos, que si es posible continuar la lactancia del segundo y seguir cerca de nuestro hijo grande, que los problemas se solucionarán, que lograremos encontrar el equilibrio que necesita nuestra familia, que no existe un día igual al otro, y que en un abrir y cerrar de ojos nuestros hijos crecerán y cuando menos sentimos todo pasará.
Maria Fernanda Barrios
Líder Liga de La Leche Guatemala
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