En el año 2003 tuvimos la bendición de ver nacer a Amy y lo primero que vino a mi mente fue que ahora podría poner en práctica al 100% todo lo que había aprendido hasta ese momento sobre lactancia materna, crianza y demás temas.
Pero a diferencia de mis partos anteriores que fueron naturales, el de ella fue una cesárea de emergencia y tuvimos complicaciones que hicieron que el inicio de la lactancia se atrasara. Mi embarazo fue extraño porque en los dos primeros trimestres no aceptaba que estaba embarazada, ya que estaba en el programa de planificación familiar y no fue sino hasta el inicio del tercer trimestre que lo confirmaron por un examen de ultrasonido. La noticia fue increíble e hizo cambiar muchos planes y arreglos profesionales, familiares y académicos programados para el próximo año.
Amy nació una tarde de febrero. Inicié trabajo de parto en casa, rompí membranas, pero no tenía ni sentía dolores de parto y ella venía en presentación podálica, así que al llegar a la maternidad todo fue un caos porque ya tenía un pie casi de fuera. No escuchaban su corazón, a mí no me hacía efecto la anestesia que pusieron en el suero y estaba muy nerviosa al escuchar los términos clínicos que usaban sabiendo a qué se referían. Al final me durmieron general y lo último que vi fue la lámpara de la sala de operaciones y escuché la voz de la doctora diciendo que se dieran prisa.
Cuando empecé a despertar de la anestesia general estaban terminando de suturar la herida operatoria y estaba entubada. Luego me llevaron a la sala de recuperación en donde pude ver con dificultad que tenía una pulsera rosada. Recuerdo que lloré porque me enteré de que había tenido una hermosa niña. Pasaron varias horas para poder estar juntas. Amy nació alrededor de las tres de la tarde y estuvimos separadas casi por nueve horas, porque no había camas disponibles en la sala de postparto. Por supuesto en este lapso ella fue alimentada con biberón y fórmula. Cuando nos trasladaron, ella no estaba interesada en mamar y yo, súper adolorida. La felicidad no duró mucho. Al salir del hospital solo tuve el gusto de llevarla a casa a presentarla a la familia y a la mañana siguiente Amy tenía una pierna muy hinchada y lloraba al moverla, por lo que regresamos a la emergencia para saber qué había pasado. El médico ordenó realizar una radiografía y el diagnóstico fue, fémur fracturado, no nos explicamos la razón del porqué. Inmediatamente nos trasladaron a otro hospital, donde se quedó hospitalizada la bebé para ser tratada. Al final se logró que pudiera amamantarla y estar juntas.
Recibí el apoyo de las Líderes de Liga de la Leche con visitas y mensajes de ánimo. El apoyo de la familia fue super importante para sostenerme; mi amado esposo Ronal y mi suegra Aracely fueron pilares para mi familia durante la estadía en el hospital. El personal del hospital fue muy amable, respetuoso, atento y considerado, desde la persona que hacía la limpieza hasta los especialistas que atendieron a Amy. Esas tres semanas fueron de mucho aprendizaje con relación a los mitos y creencias en la lactancia y el parto por cesárea. Pude comprobar que los antibióticos que me administraron no cortaron mi producción de leche. Además me bañaba con agua fría y no se resfrió mi leche. Comí de todo lo que el hospital me proporcionaba: frijol, huevo, agua o refrescos fríos, lácteos, café, atol, fruta, por mencionar algunos alimentos y preparados de diferente forma y la leche no sufrió ningún cambio ni Amy tuvo problemas de cólicos como se cree. También allí me retiraron los puntos de la cesárea y la herida operatoria estaba normal. Así que no tuve que hacer dieta por ninguna de las dos cosas. Amy pudo amamantar a demanda y de forma exclusiva, desde el calostro, la leche de transición y salimos del hospital ya en etapa de leche madura y en buena cantidad. También estuvimos en alojamiento conjunto porque estuvo con tracción es sus piernas sobre una cama no cuna, lo cual la inmovilizaban, pero me permitía estar con ella y dormir a su lado en la misma cama. Solo tenía que cambiarme de lugar para amamantarla cuidando el buen agarre y posición para ofrecerle el pecho.
Eso ya no era problema para mí. La recuperación de Amy se dio de forma gradual, pronta y con muy buenos resultados. No tuvo problemas de calcificación en el fémur- sus huesos son muy fuertes. Tuvo buenas defensas en todo su proceso de crecimiento y desarrollo y no hubo problemas al caminar ni necesidad de usar zapato ortopédico. Iniciamos alimentos sólidos cuando ella estuvo lista y siguió mamando hasta los tres años siendo ella la que decidió que era el momento de destetar. Se sentía segura para hacerlo así que fue un destete respetuoso. Pese a la presión y burla de amigas, algunos pediatras y la sociedad que ignora los beneficios de la leche materna, nosotras disfrutamos toda esta etapa. Vencimos dificultades y comprobamos muchas ventajas de amamantar al contrario de los mitos y creencias de nuestra cultura.
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